Sueño del 3 de noviembre


Estoy nadando en la costa de Marruecos, entre grandes rompeolas. Es por la tarde, hace buen tiempo y hay otros bañistas alrededor. Nado con facilidad, sin cansarme. He llegado hasta aquí a nado desde Barcelona, y estoy calculando el tiempo que me tomará regresar. Sé que a la ida he necesitado seis horas, así que preveo llegar por la noche. Empiezo a alejarme de las rocas de la costa, pero no logro dar con la orientación que yo sé correcta hacia Barcelona. Me preocupa perderme en el mar, pero en ningún momento dudo de mis fuerzas durante la travesía. A medida que me alejo, las rocas e islotes de la zona empiezan a transformarse en ruinas flotantes. Se trata de restos de templos y casas antiguas, que a pesar de estar hechos de piedra flotan en la superficie. Son rojizos, como de terracota, y tienen relieves ornamentales. Sin querer me adentro cada vez más en el mar de ruinas, hasta que me veo dentro de un cubículo rojo, con ventanas cubiertas por papel de seda, algo rasgadas. Por miedo a quedarme sin aire o hundirme, rompo una de las ventanas y salgo. Desorientado, me acerco a unos pescadores que nadan por allí y les pregunto por la costa de Marruecos, como si ya no supiera adónde voy. Me contestan, apenados y sonrientes, que no saben.