'Una copa de Haendel', de José María Jurado

[reseña publicada en Quimera, revista de literatura, núm. 364, marzo 2014]

Una copa de Haendel
José María Jurado
La isla de Siltolá: Sevilla, 2013
64 páginas


DESCRIPCIÓN DE UN REFLEJO

Una copa de Haendel es un poemario refrescante por lo que tiene de extraño, es decir: de ajeno. No hay confesiones personales, y las pocas experiencias directas que se adivinan están filtradas por la forma. Sólo algunos poemas finales se refieren a la infancia, pero gracias al preciosismo de sus versos, el lector recibe la idea de una infancia genérica más que un recuerdo biográfico. En ese sentido, el libro pertenece a la técnica antes que a la imaginación.
    Curiosamente, ese extrañamiento, esa preponderancia del artificio sobre el contenido del mensaje (por así decirlo), hace de Una copa de Haendel un poemario original, aunque su espíritu no busque ser rompedor. José María Jurado se deleita con las figuras, los colores, las abstracciones. Hay algo de cuadro rococó en cada poema: 'Rubias como la nieve, / con guirnaldas de flores en el pelo / y cintas de Moldavia, / bajo los altos techos estucados / y el dorado fulgor de las cristalerías, / las princesas de Austria / bailan en los espejos, / caderas de champán, ojos de escarcha.' Los delicados cuadros de Jurado muestran fascinación por el detalle, muchas veces subrayado por vocablos remotos: 'Ciprés y palisandro, / potrillo de madera taraceada, / clavijero de dientes y cabeza partida, / brida y freno del llanto.' Hay también ejemplos de divertimento poético, como 'Calendario perpetuo', en el que el autor se propone encajar todos los meses del año en sólo catorce versos; o en 'Chejoviana', una suerte de centón hecho de títulos y referencias al escritor ruso.
    Los textos que pueden considerarse centrales en este libro tienen algo de juego, de arte por el arte, o más bien de técnica: la mayoría de los poemas se miran a sí mismos, de espaldas a la realidad. No hay referentes al mundo, sino a la representación del mundo. Pero Una copa de Haendel es a veces lo suficiente sólido como para levantar un mundo propio en sus páginas. 'Diana', por ejemplo, tan excelso y exaltado, podría compararse a un objeto de cristal tras el aparador de una tienda de antigüedades: 'Elástica, / con el arco de plata y el carcaj / irisado de estrellas / disparas a la noche venatoria, / señora del abismo, / cazadora / de los ciervos azules de Orión.' En el poema, la diosa pasa como una estrella fugaz: está lejos y es hermosa, y no todos invertirán tiempo en esperarla.
    El poema quizás más representativo del tono general es 'El juego de los abalorios' (el título hace referencia a una novela de Hesse). Esta 'catarata / de letras que levitan y descienden' concluye con toda una declaración de principios: 'Lluvia fugaz  de luces y sonidos, / tornasol de pavesas y cenizas / se posan suavemente como nieve / sobre el papel vacío y deslumbrado. / Nada sobre la nada del poema.' Efectivamente, decir que Una copa de Haendel trata sobre nada puede ser apropiado. No porque sea irrelevante, sino porque, por voluntad del autor, los poemas tratan de sí mismos, de la búsqueda de ciertas palabras: son la descripción de un reflejo. Las numerosas citas a otras obras y autores a lo largo del libro actúan en este mismo sentido de buscar la realidad en la literatura.
    Los poemas que escapan a esta reducción a veces no son los mejores. 'Fragmentos de una tabla de arcilla' es atractivo, pero más ambicioso que logrado; 'Dream a little dream of me' roza peligrosamente lo sentimental ('en el país azul de la tristeza', 'he arrojado a tu sueño / un puñado de estrellas irisadas.') Dos poemas que apariencia contienen haikús ('Haiku' y 'Después de la lluvia') no siguen la forma convencionalmente aceptada en español para esta composición; quizás sea a propósito, aunque resulta difícil entender por qué, dado el dominio del autor sobre la métrica.
    El poema que cierra el libro, 'La Quencia', contiene un giro digno de mención: 'tu padre te ha ungido / con su mano suave y poderosa, / como la mano de Virgilio.' Estos versos parecen referirse al padre y, sin embargo, este acaba convirtiéndose en el término comparado: la escritura (la mano) de Virgilio es tan firme y piadosa como la de un padre sobre su hijo. La literatura desbanca, o desborda, al recuerdo. El mundo es sencillo, el poema no.

I thought I saw you in the battleship


Dos soñadores



Hay dos soñadores en la fotografía. 

Desplazamiento


Esta es una conclusión
que proyecta el interior.


...




Parece que el avión persiga al sol
para evitar que se ponga.
Pero a las diez apagan las luces.
Cada fila se queda con tres
puntos suspendidos, vacilantes.
Adelante una mujer ríe,
su hijo acaba de decirle
alarmado: He olvidado mi cara.
Así imagino a mis muebles
estáticos en casa, debajo
en la ciudad. Ellos sin mí, unos
sin otros, somos inútiles.






En el camino (7)


Jugaron a ajedrez: ganó el tablero.

(foto: Mar Modolell)