Transición

de un bol de fruta.



Un bello asunto



'En cuanto al hueso que se halla dentro del corazón del ciervo, es un bello asunto que hace sonreír a los cazadores; está escrito, sin embargo, que ha sido salvación de muchos cuyas entrañas fueron tomadas por materia pestilencial.'

A. Gamoneda, Libro de los venenos

Sueño del 24 de noviembre


Debo seguir a un desconocido por el campo. De una forma vaga somos enemigos y él sabe que lo acecho. Lo sigo a poca distancia, sin prisa, hasta una suave pendiente que se adentra en un bosque. Bajo tras él y lo encuentro sumergido hasta la cabeza en arenas movedizas. Me mira aterrado, con la boca abierta, pero no grita ni me pide ayuda. Por algún impulso misterioso decido que ya no me interesa, así que avanzo hacia una zona del bosque que se convierte en pantano, caminando sin que las arenas tengan efecto sobre mí. Voy por unas aguas hundido hasta la cintura y aparezco en un puerto. El impulso me dirige hacia un enorme barco anclado en el muelle, hacia el cual otras personas caminan también, sumisamente. Una vez dentro, me reúno con ellos en una sala oscura con grandes ventanales que dan al mar, que pasa veloz como si ya estuviéramos en movimiento. Las personas en la sala son japoneses; entiendo que forman una especie de secta cuyo fin es sólo mirar el mar en silencio hasta morir. Una de ellas, quizás recién iniciada, comenta impropiamente que antes o después veremos tierra. Le digo que, para esta gente, esto equivaldría a una herejía. No me entiende.

LARES



El frío está detenido
justo en una línea
entre invierno y otoño:
se adentró demasiado
y ahora debe capitular.

Los lares se vistieron
de rojo muy pronto.
Los raíles de luz prosiguen
hasta fiestas hoy futuras.
Y las manos, vueltas hacia arriba,
esperan una blancura
que quizás no les pertenece.