Tú no vienes
a la boca que teme llamarte.
Estos, los silenciosos,
se admiran
del desnivel de tus manos
sobre su mesa.
Y cuando envías a los tuyos
bajo caras de hombre
tampoco saben ayudarles:
callados porque saben más
vienen de la región construida,
fulgurando
desde el este de las grandes nubes
incendiarias.
incendiarias.
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