Mis manos y tus huesos
han aprendido a reconocerse
como dos animales.
Por encima de los muros
se reconocen,
se convocan
con la profundidad
de las manadas.
Si se entromete el mundo
con edades de hierro:
no se inquietan
mis manos,
aun desde bosques enrejados
sabrán lo que te pasa.
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