He escrito un cuento de ciencia ficción. Aunque me muestro desanimado
con el resultado, Mar me dice que el cuento gustó a quienes lo leyeron. Yo
sólo recuerdo el final del relato, que visualizo claramente: un astronauta
camina por una llanura de luz blanca, seguramente la superficie de un planeta,
en dirección a un punto azul suspendido en el horizonte. La oscuridad del
espacio es patente en torno al astronauta. Pienso que ese final es algo
abstracto y quizás demasiado poético para una narración en prosa.
Sueño del 15 de octubre
Tengo un hermano con el que corro y salto por los tejados. Somos
niños. Cuando queremos bajar, es imperativo hacerlo de toldo en toldo por un
patio interior. Me asomo y veo a mi hermano mucho más abajo, en un toldo verde,
y le pregunto si la tela resistirá la caída. Me asegura que sí, sin prestarme
mucha atención. No veo claro cómo hacer el salto hasta donde está él sin
matarme y, de alguna manera, mi vértigo modifica la fachada del edificio, ahora
hay más asideros y menos distancia hasta el suelo. Cuando ya estamos abajo se
revela que hay una disputa pendiente entre nosotros y que es necesario pelear
para resolverla, casi a modo de duelo. Entonces ya no soy mi hermano, sino un amigo
del hermano que era yo. Él sigue siendo un niño, yo soy adulto. Para la
pelea, se escoge el patio de un colegio, en teoría cerrado. Es de noche pero
aparecen muchos espectadores espontáneos. El hermano al que apoyo no parece muy
seguro, ha traído un montón de trastos inútiles (unas vigas, un teclado
electrónico enorme) en un carro de súper y se le van cayendo. Mi amigo Andrés y
yo le ayudamos a sujetarlos. La pelea va a empezar y un poco en broma lo
presentamos a la multitud como un luchador, inventándonos nombres
intimidatorios. Yo lo llamo 'El humano', seguramente porque, advierto sin
sorpresa, tiene el tejido muscular a la vista, sin piel. Andrés quiere
inventarse otro apodo y dice 'El morfa...' 'Huesos', acabo yo, que quiere decir
el 'comehuesos'. Cuando va a empezar por fin la lucha aparece un profesor negro
(de hecho el actor Bill Nunn) y amenaza con llamar a la policía, furioso.
Entonces estoy viendo un documental sobre estos hermanos, en el que se aclara
el origen de la disputa: un hermano pensaba que el otro le había escondido el
mando a distancia de la tele, cuando en realidad el perro de ambos lo había
enterrado en el jardín. Sé que el documental tiene un desenlace muy triste pero
antes de que acabe despierto.
Dieux gart
Guido da Lange, Dieux gart (rondeau)
Dieux gart qui bien le chantera,
que c’est pour l’amour de ma dame.
Or boyve primier qui faudra
Dieux gart qui bien le chantera.
Ma dame veut qui bien dira
qui fait toute s’amour, par
m’arme.
Dieux gart qui bien le chantera,
que c’est pour l’amour de ma dame.
En la isla (4)
Por eso, al ver estas dos piedras allí, me costó poco pensar: 'Casco
de guerrero talayótico junto al perfil de su caballo, c. 1000 a. C.'
En la isla (3)
Recinto de taula
En una carretera
de Menorca llamada Binisafuller, cerca del pueblo de Sant Lluís, es posible
visitar un conjunto arqueológico que lleva el nombre de 'recinto de taula'. Se
trata de una denominación exclusiva: en Menorca, los restos de este tipo tienen
una gran T central que los diferencia de los de Mallorca y que popularmente se
conocen como 'taules'. El recinto habría sido construido durante la época
postalayótica, es decir, pasado el primer milenio a. C., y tendría la función
de lugar de culto del poblado más cercano. Se han encontrado restos de cenizas
y humo de una gran hoguera, y se conjetura que estos son los restos de un
'ritual celebrado en verano, donde se sacrificaban animales jóvenes'. Algunas
partes fueron reconstruidas tras las primeras excavaciones, para recuperar la
impresión original.
A pesar de estar
justo al lado de la carretera, en un cruce de sentidos, es fácil abstraerse una
vez se cruza el muro bajo de piedra que rodea el conjunto. Puesto que este
recinto estaba al descubierto, lo sagrado del lugar no dependía tanto de la
congregación (fuera cual fuera) sino del mismo espacio natural, que cobijaría,
a parte de animales, a los demonios tutelares. Esa impresión de límite, de
suelo fronterizo entre mundos, se mantiene todavía. Las piedras rectangulares,
blancas, en especial la T central, son totémicas, como pequeñas casas de
dioses. Los muros circulares, la disposición de las rocas en la colina verde,
los árboles que se ciernen, permiten, especialmente al atardecer, fantasear con
que nada responde al azar de los siglos ni a la intervención moderna, y que la
magia del templo es accesible aún para mí, por mucho que fuera un templo
abierto o precisamente por eso.
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