Estoy en una casa sin muebles, es de noche. Voy por un largo pasillo y
al girarlo me encuentro con un monigote que representa la muerte. Me asusto, y
enseguida veo que lo sostiene mi madre. Ella y mi tía lo han montado para mí. Consiste
en un cráneo, quizás una máscara de carnaval, y dos garras atadas a un palo,
todo cubierto con un abrigo verde. Le recrimino a mi madre que me haya
asustado, especialmente porque, según parece, estoy enfermo y estos días ya me
estoy encontrado con la muerte de verdad. Critico, en efecto, que su muñeco no
se parezca a la verdadera muerte, y enseguida esta aparece. Es mucho más alta y
no tiene garras visibles. Su cara es también un cráneo pero, curiosamente,
mucho menos realista que la máscara del muñeco, es más fantasmal. Adivino que
su cuerpo es una especie de largo palo. Lleva puesto también un abrigo verde
con capucha. Me mira ofendida porque entiende que la quiero substituir, y hace
ademán de irse. La intento retener, pero sólo porque el abrigo es mío y lo quiero
de vuelta. Se escabulle rápidamente por el pasillo. La persigo hasta una puerta
con barrotes, por la que ella pasa sin problemas. Miro y sólo me da tiempo de
ver cómo desaparece por la calles, con el abrigo ahora amarillo, convertido en
chubasquero.