Sueño del 18 de mayo de 2013

Soy un criminal al que la policía acaba de tirotear en la calle. Mi cómplice y yo caemos por un puente. Se nos lleva la fuerte corriente de un río, que rápidamente nos aleja de la ciudad y nos adentra en un bosque. El cómplice, un marroquí, flota inerte y me fijo en que tiene un agujero ensangrentado en el pecho. Entonces yo empiezo a contar la historia de mi vida en voz alta, como si la estuviera viviendo y explicando en perspectiva al mismo tiempo. Cuando la corriente empieza a aflojar y pienso en salir del agua, mi compañero revive y me agarra de la pierna. Lo veo gritar bajo el agua, no le entiendo. El agujero en su pecho es profundo, no puede estar vivo: ese pensamiento lo acaba de matar. Libre, llego a una cascada. Aprovechando el impulso del agua salto a tierra firme, sobre unos matorrales. Pienso que tengo la boca llena de arena: en realidad son albóndigas secas. Las escupo y considero que, a partir de ahora, tendré que alimentarme de frutos del bosque. Mi propia voz explica que desde entonces viví como un mendigo, con el temor permanente de que la policía me reconociera.

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