AGENDA

Ten. Coge esta agenda, es tuya. ¿No entiendes lo que pone? No, no son garabatos, ponla contra el espejo. ¿Lo ves? Sí, está escrito del revés. Lee los nombres, conoces a todas las personas de esta lista. Es una lista. Estas fechas después de cada nombre, no, no están equivocadas, ¿no ves que está todo al revés? Son las fechas de cada último día. Así es. Piensa cuánto bien puedes hacer con esta agenda. ¿No? ¡Sí! Sabrás cuándo ser cordial con aquel ser aborrecible, que nada le haga adivinar qué se le viene encima. Sabrás cuándo ignorar sus llamadas. Y mira, tu despedida con este de aquí tiene sentido ahora, ¿no? ¿Cómo? No, esto no puede cambiarse, es así, las palabras que os dijisteis fueron las últimas. Los coches eran el viejo río océano, circulando entre los dos. Y aquella llamada intempestiva, que tanto te molestó, es una buena nota de adiós, ¿no te parece? Sí, aquel grito de gaviota podría ser un presagio, muy bien. No, las formas de las nubes fueron casualidad.


¿Qué? No murmures, no te oigo bien desde aquí. Sí, esto es hoy, es la fecha de hoy, pasará en unas horas. Al menos te puedes adelantar, entrar en la habitación antes que otros, antes de que empiecen con su cháchara diaria. ¿Ves cuánto vale el duelo de verdad? Tu duelo empieza antes del daño. Corre, ve ahora, te da tiempo de llegar al primer turno de visita. Está sola en su habitación, pasará hoy seguro. Entra y despídete con conocimiento de causa, siente el peso de cada palabra en tu boca. Siente el sabor a hierro. Déjalas caer sobre su cama, las palabras, pero sé cuidadoso. Aún está consciente, lo suficiente para entenderte. No te preocupes, ¿por qué iba a tomárselo mal? No le serán palabras de mal agüero, no le serás su ángel negro. Después de todo estás mejor informado que ella, ¿no? Y mejor informado que su propio cuerpo. Sí. Quizás espera sólo a que las manos estén quietas del todo antes de sacarle, con amoroso decoro (todo el que te permitas), los anillos, uno a uno. Los anillos que le hacías rodar entre tus dedos cuando eras pequeño, como dándole cuerda a ella. No, seguro que le parecería bien que te los quedaras tú. Son prendas de tu cuidado, de tu solícito corazón. ¿No te he dicho cuánto bien se puede hacer así, llegando temprano?


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