Sueño del 22 de enero: Los xenófobos
En la calle, se nos acercan unos repartidores de panfletos xenófobos.
Se trata de una rama radical de la CUP, llamada MST, que querría expulsar a
todos los no catalanoparlantes. Enseguida vienen otros repartidores, un chico y
una chica peruanos, que reparten menús de restaurante, y nos preguntan,
sonriendo, si estamos interesados en combatir la xenofobia; se trata de una
burla contra los mensajes de la MST. Nos hacemos amigos. Nos sentamos a charlar
en una mesas de picnic en un parque, en la plaza Francesc Macià. Hablamos del
nacionalismo catalán, yo digo: 'Cuando un pueblo tiene una pasión, la moral
baja.' Se quedan muy impresionados. Les digo que justamente la frase es de un
escritor catalán, Josep Pla. A uno le gusta tanto que la escribe en el lomo que
forman las hojas de un libro cerrado. A mi lado hay un enorme ordenador,
asegurado a la mesa con varias maderas. Se trata del ordenador de Carme
Balcells (aún vive), que tiene su mesa de trabajo en aquel parque y que llega
al poco para unirse a nuestra conversación.
Pozos
Ahí estás de
nuevo, insistiendo ante pozos sellados. O es que están abiertos y secos para
tus manos, y nada sabes izar en ellos.
O es que las
personas no son fondos hacia donde apuntar tu sed. Y si miras bien adentro y no
ves un reflejo, tu cabeza recortada contra el cielo, te enfadas, eres injusto,
les niegas el saludo. Y te das toda la razón para seguir caminando por el
desierto.
Sueño del 30 de diciembre
Estoy en casa de mis abuelos, solo, y es la hora de comer. Decido
hacerme unos espaguetis, y empiezo a prepararlos en un vagón de metro de la línea
amarilla. Mientras la pasta se cuece no sé dónde, dispongo una televisión y un
taburete para mirar algo mientras como, pero la presencia de los otros
pasajeros me hace dudar de la conveniencia de esto. Me da vergüenza. Estoy además
pendiente de no pasarme mi parada. Miro continuamente el mapa de la línea pero
soy incapaz de leer los nombres de las paradas. Pienso: 'Este es el tipo de
cosas que me pasan en los sueños.' Me doy cuenta entonces de que voy en la
dirección opuesta, y me bajo en una parada que está fuera de la ciudad. El
nombre de la estación es 'Los sarracenos' o 'Los nibelungos', puesto que de allí
empieza una ruta histórica de una civilización cuyos restos pueden visitarse en
la montaña. Camino por el andén y veo que parte de la vía está bajo un estanque,
aunque eso no impide su uso. Del agua además sale un gran árbol hecho de dos o
más troncos enredados entre sí. El reflejo de este árbol tiene alguna
importancia para mí que no sé concretar. Decido hacer la ruta histórica. El
punto de inicio está dentro de un edificio destartalado, en ruinas, lleno de chatarra.
Delante de mí avanzan unas turistas americanas que no están muy convencidas de
que las escaleras sostengan su peso. Yo también pienso que el lugar es
peligroso, y antes de empezar a caminar suelto el tenedor con el que iba a
comer y que, al parecer, había sostenido todo el tiempo.
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