Ahí estás de
nuevo, insistiendo ante pozos sellados. O es que están abiertos y secos para
tus manos, y nada sabes izar en ellos.
O es que las
personas no son fondos hacia donde apuntar tu sed. Y si miras bien adentro y no
ves un reflejo, tu cabeza recortada contra el cielo, te enfadas, eres injusto,
les niegas el saludo. Y te das toda la razón para seguir caminando por el
desierto.
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