Estoy en casa de mis abuelos, solo, y es la hora de comer. Decido
hacerme unos espaguetis, y empiezo a prepararlos en un vagón de metro de la línea
amarilla. Mientras la pasta se cuece no sé dónde, dispongo una televisión y un
taburete para mirar algo mientras como, pero la presencia de los otros
pasajeros me hace dudar de la conveniencia de esto. Me da vergüenza. Estoy además
pendiente de no pasarme mi parada. Miro continuamente el mapa de la línea pero
soy incapaz de leer los nombres de las paradas. Pienso: 'Este es el tipo de
cosas que me pasan en los sueños.' Me doy cuenta entonces de que voy en la
dirección opuesta, y me bajo en una parada que está fuera de la ciudad. El
nombre de la estación es 'Los sarracenos' o 'Los nibelungos', puesto que de allí
empieza una ruta histórica de una civilización cuyos restos pueden visitarse en
la montaña. Camino por el andén y veo que parte de la vía está bajo un estanque,
aunque eso no impide su uso. Del agua además sale un gran árbol hecho de dos o
más troncos enredados entre sí. El reflejo de este árbol tiene alguna
importancia para mí que no sé concretar. Decido hacer la ruta histórica. El
punto de inicio está dentro de un edificio destartalado, en ruinas, lleno de chatarra.
Delante de mí avanzan unas turistas americanas que no están muy convencidas de
que las escaleras sostengan su peso. Yo también pienso que el lugar es
peligroso, y antes de empezar a caminar suelto el tenedor con el que iba a
comer y que, al parecer, había sostenido todo el tiempo.
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