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La
fuente
a la fuente, el
blanco
quieto del agua
ya no está. Sólo
el cobre
de unas monedas
resiste en sus
ojos.
El agua, las manos
que dejaron las
monedas,
sus deseos o
costumbre,
fatigan un poco al
ciervo.
Tampoco tenía
tanta sed para
empezar.
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