Un poema de Antonio Gamoneda




Tu cuerpo silba bajo los arándanos. ¿Insinúas la libertad de las bestias protegidas
  por conducta de los vientos?

Líbrate de la libertad antes de entrar en mí.

Tú eres veloz y oscura entre los arándanos encendidos; eres profunda y bella como
  un rostro en el agua; tu piel es dulce. Pero mi lengua es sagaz

y tus oídos escuchan sin misericordia.


El silencio y sus círculos, el ácido que depositas sobre mi salud,

la suciedad hirviendo dentro de mi alma;

éste es el precio de la paz. Acuérdate.



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