Para cruzar la corriente
no debes esforzarte
en avanzar
o girarás como una hoja,
tampoco debes detenerte
con las piedras o te hundirás.
Es decir, para cruzar
una fuerte corriente
no debes tener
una dirección, tampoco
interferir en la dirección
del río.
Todo arde.
Las cosas en el ojo
arden, también
si no las deseas;
en las manos,
aunque evites tocarlas.
Y si nada parece
que arde ante ti
eres tú
quien camina ardiendo.
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