'Obligación', de Francisco José Martínez Morán

Cuando uno lee a un autor aceptado y muerto, es fácil asumir la opinión general de que ese autor es bueno, es importante y merece ser leído. Quizás no sea del gusto del lector o encuentre faltas imperdonables, pero la fuerza del canon literario será el argumento último al que acogerse en caso de duda. En cambio, es más difícil abrazar con entusiasmo a autores vivos y contemporáneos, sobre todo si uno también escribe. Son personas que tratan de hacer lo mismo, que quizás lo hagan mejor, que implícitamente compiten. Aunque se los acabe queriendo, la resistencia ha sido mayor. Los escritores contemporáneos tienen el deber de ganarse nuestro aprecio, como los ahora clásicos tuvieron que hacer en su tiempo. Empiezo así porque la primera vez que leí los poemas de Francisco José Martínez sentí, antes de pensarlo, que había descubierto un clásico instantáneo, un maestro joven, un escritor que escribía ya canonizando por la inercia de su talento. 

Su primer poemario fue Variadas posiciones del amante, ganador del II Premio Nacional de Poesía Joven, Félix Grande en el 2006. El siguiente, Tras la puerta tapiada, ganó el XXIV premio de Poesía Hiperión en 2009. Su último poemario acaba de publicarse y se titula Obligación

Sospecho que al hablar de Martínez se suela decir que es un poeta de estilo clásico: recurre al latín, a motivos del siglo de oro español y a la métrica. Pero no es un hombre ajeno a su tiempo y, sobre todo, no es un poeta que esculpa sus poemas en mármol con nostalgia y rigidez. Su calidad hace que su obra sea presente y también atemporal. 

Obligación se divide en tres secciones: 'Constante', 'Aquellos, sólo aquellos' y 'Justicia.' La primera retoma un tema recurrente de Tras la puerta tapiada: la soledad de un hombre que va tapiando su casa desde dentro. En la segunda, creo advertir la presencia de los modos de los trovadores, que llegan sobre todo a través de Ausiàs March. El protagonista es un poeta culto que habla de la idea de Amor (un Amor que le ha hecho salir de su encierro o destierro) en términos sensuales, muy físicos. Y en la tercera sección, 'Justicia', sigue habiendo ruina y escombros de lugares y personas, pero esta vez con más concreción: Lisboa y el Moldava, Anna Ajmátova y Zbigniew Herbert (escritores ambos acosados por los gobiernos de sus respectivos países). 


DE SU GLORIA (Z. HERBERT) 

Se lo han llevado todo. No dejaron 
más que una fina capa 
de polvo en los estantes. 
Ya no hay libros -tal vez los han quemado-, 
ni flores, ni cristal en los espejos, 
ni goznes en las bocas 
vacías de las puertas. 

Pasaron por aquí como la peste, 
hablaron de su gloria y la exigieron. 


La unidad de tono y de temas en Obligación es portentosa. Todo es recurrente pero nada resulta repetitivo. Hay, cierto, una obsesión por la ruina, el vacío, las tapias, las murallas, los cascotes, los naufragios. Estos elementos acaban por formar una imagen total de libro muy clara: restos de una arquitectura rota en el silencio de la nieve. El silencio y el color blanco son motivos centrales del libro. Aventuro que, en los poemas de Martínez, la nieve es nieve y también la hoja de papel. El rastro de tinta son las huellas del escritor. No se trata sólo de una bella imagen: el escritor es uno que pasa y, blanco sobre blanco, sus huellas acabaran desapareciendo. Las páginas se amontonan para crear olvido, la gran preocupación del protagonista de Obligación


CON 

Con las primeras lluvias de septiembre, 
con los primeros charcos del otoño, 
con todo lo marchito y pasajero, 
con el mundo que empieza detenerse 
al filo del dolor y la nevada. 


He mencionado la métrica. Todos los poemas están compuestos en endecasílabos, con algún heptasílabo ocasional. La mejor métrica es aquella que pasa desapercibida, es decir, aquella que el poeta ha sabido conducir para sus fines, de manera que se integra en la lectura sin protagonismo. Es el caso: no hay aquí adjetivos que sean meros puentes de sílabas para llegar a final de verso. El metro no obliga a Martínez a decir cosas que no quiere decir, que sobran. Su versos son claros, sosegados, intensos. 


VERSION DEFINITIVA 

Te equivocas si piensas 
que todo lo que has visto es la versión 
definitiva: siempre ante los ojos 
se despliega un proyecto que no acaba, 
la maqueta de un plan que ya ha previsto 
la fuerza ingobernable de su ruina. 


Francisco José Martínez es un poeta clásico porque no pide que interpretemos sus poemas, sólo que los entendamos.

1 comentario:

  1. Es un magnífico libro, ligero y denso, para leer muchas veces. Bien elegidos los poemas

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